Denis Leal, hoy pastor en un refugio,
encarna un ideal de redención
Por Javeir Brassescoencarna un ideal de redención
Jornal El Universal - Venezuela
13/01/2008
"Pagué 15 años de cárcel y recibí 17 tiros,
pero encontré el camino"
pero encontré el camino"
Denis Leal hizo un tour por el infierno y por las cloacas del alma humana y regresó para contarlo. Pocas bajezas le fueron ajenas: mató, robó, se hundió en las drogas. Y pocas cárceles: El Rodeo, la cárcel Modelo, Tocuyito, Tocorón, la de Ciudad Bolívar, la de San Juan de los Morros, Yare... por todos esos lugares paseó su osamenta.
De aquella vida que hoy le parece tan lejana le quedan no sólo los recuerdos sino también las cicatrices: 17 tiros recibió su cuerpo ("mira esta marca en mi nuca, por ahí entró un tiro y me salió por la quijada"), y sus dos antebrazos y pantorrillas no tienen ni un centímetro sin marcas. "Es que cuando me castigaban, me cortaba para que me llevaran al hospital", explica.
Hoy asegura estar totalmente recuperado, no sólo de las drogas y de una tuberculosis que por poco le mata, sino moralmente recuperado.
Y todo se lo debe al refugio La Villa, en Higuerote, uno de los que regenta la fundación Desafío a la Vida, el único que le aceptó cuando todos los demás lo rechazaron por tuberculoso. Allí es pastor, allí predica con el ejemplo, allí habla a sus "hijos" con la autoridad de quien estuvo hundido en el más hondo de los fracasos.
La cárcel me empeoró
Estaba a punto de cumplir 18 años cuando mató a una persona. Cuando lo agarraron ya era mayor de edad y como tal lo juzgaron: 15 años de cárcel de los cuales pagó cada segundo.
Cuando salió tenía 32 años y era una persona mucho peor que la que había entrado. "Las cárceles de aquí no regeneran a nadie. Es un ocio total en donde el tiempo se va en ver la manera de que no te jodan, en encontrar ese balance perfecto entre el tonto y el avispado, porque en la cárcel no conviene ser ninguna de las dos cosas", explica.
De aquella vida que hoy le parece tan lejana le quedan no sólo los recuerdos sino también las cicatrices: 17 tiros recibió su cuerpo ("mira esta marca en mi nuca, por ahí entró un tiro y me salió por la quijada"), y sus dos antebrazos y pantorrillas no tienen ni un centímetro sin marcas. "Es que cuando me castigaban, me cortaba para que me llevaran al hospital", explica.
Hoy asegura estar totalmente recuperado, no sólo de las drogas y de una tuberculosis que por poco le mata, sino moralmente recuperado.
Y todo se lo debe al refugio La Villa, en Higuerote, uno de los que regenta la fundación Desafío a la Vida, el único que le aceptó cuando todos los demás lo rechazaron por tuberculoso. Allí es pastor, allí predica con el ejemplo, allí habla a sus "hijos" con la autoridad de quien estuvo hundido en el más hondo de los fracasos.
La cárcel me empeoró
Estaba a punto de cumplir 18 años cuando mató a una persona. Cuando lo agarraron ya era mayor de edad y como tal lo juzgaron: 15 años de cárcel de los cuales pagó cada segundo.
Cuando salió tenía 32 años y era una persona mucho peor que la que había entrado. "Las cárceles de aquí no regeneran a nadie. Es un ocio total en donde el tiempo se va en ver la manera de que no te jodan, en encontrar ese balance perfecto entre el tonto y el avispado, porque en la cárcel no conviene ser ninguna de las dos cosas", explica.
Apenas salió, volvió a la misma vida de drogas y atracos. A los quince días lo tirotearon en 23 de Enero: ocho disparos y ninguno le tocó órgano vital alguno. Hoy ve eso como una señal de Dios: "Él se empeñaba en hablarme pero yo no lo oía".
No es raro que con todo lo que le ha pasado se sienta una especie de elegido, alguien señalado para llevar adelante una misión. "Yo creo que la vida hay que saber leerla, que cada cosa pasa por algo, que tenemos un lugar prefijado en el universo, una misión que cumplir. ¿Por qué murieron mis dos hermanos y no yo, que era mucho peor que ellos? ¿Por qué fui el único sobreviviente de esa pandilla de delincuentes con la que anduve tanto tiempo? ¿Cómo es posible que un día me den ocho tiros y quede como si nada?".
Entendió que todas esas cosas eran señales en el refugio La Villa, lugar al que llegó luego de haber pasado tres días completos fumando piedra en una pensión. Nunca olvidará las palabras con que lo recibió Vladimir Batista, presidente de la fundación Desafío a la Vida: "Has llegado al mejor lugar".
Hoy dice haber conseguido la paz que anheló toda su vida y para la que siempre tuvo un rincón en su alma sin importar lo borracho, drogado o destruido que estuviera. ¿Recaídas? "Qué va. Cómo voy a retroceder. Por fin duermo bien y no me señalan en la calle. Ah, y sobre todo tengo que dar el ejemplo a estos 80 hijos que tengo en el refugio"
No es raro que con todo lo que le ha pasado se sienta una especie de elegido, alguien señalado para llevar adelante una misión. "Yo creo que la vida hay que saber leerla, que cada cosa pasa por algo, que tenemos un lugar prefijado en el universo, una misión que cumplir. ¿Por qué murieron mis dos hermanos y no yo, que era mucho peor que ellos? ¿Por qué fui el único sobreviviente de esa pandilla de delincuentes con la que anduve tanto tiempo? ¿Cómo es posible que un día me den ocho tiros y quede como si nada?".
Entendió que todas esas cosas eran señales en el refugio La Villa, lugar al que llegó luego de haber pasado tres días completos fumando piedra en una pensión. Nunca olvidará las palabras con que lo recibió Vladimir Batista, presidente de la fundación Desafío a la Vida: "Has llegado al mejor lugar".
Hoy dice haber conseguido la paz que anheló toda su vida y para la que siempre tuvo un rincón en su alma sin importar lo borracho, drogado o destruido que estuviera. ¿Recaídas? "Qué va. Cómo voy a retroceder. Por fin duermo bien y no me señalan en la calle. Ah, y sobre todo tengo que dar el ejemplo a estos 80 hijos que tengo en el refugio"
Artigo - El Universal
Nota: Refúgio é Casa de Recuperação
cruzue@gmail.com
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